miércoles, 17 de noviembre de 2010

Aguirre o la cólera de Dios

(Foto dcha: Claudia Hernández)

Que se privatice Machu Picchu, que se privatice Chan Chan, que se privatice la Capilla Sixtina, que se privatice el Partenón, que se privatice Nuno Gonçalves, que se privatice la catedral de Chartres, que se privatice el Descendimiento de la cruz de Antonio da Crestalcore, que se privatice el Pórtico d
e la Gloria de Santiago de Compostela, que se privatice la cordillera de los Andes, que se privatice todo, que se privatice el mar y el cielo, que se privatice el agua y el aire, que se privatice la justicia y la ley, que se privatice la nube que pasa, que se privatice el sueño, sobre todo si es diurno y con los ojos abiertos. 

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Quién esté libre de miedo, que tire la primera piedra






Todos vosotros tenéis miedo, miedo del jefe. Pintada en las calles de Múnich.
A lo único que tenemos que temer es al miedo por sí mismo. Franklin D. Roosevelt, presidente de EEUU de 1933 a 1945.
El miedo es una de las emociones humanas más primarias. El miedo biológico es un mecanismo necesario para la supervivencia de cualquier especie animal. Nos avisa de una amenaza física próxima o del inminente ataque de alguien que nos quiere mal, ya sea un jaguar tropical o un energúmeno de bar. Como el ahora convertido en estrella mediática Carles Punset ponía de relieve en una de sus antiguas Redes, mientras que los niños tienen un temor genético a las serpientes o las arañas, no les inquieta en absoluto el hecho de meter los dedos en un enchufe. Habrá que dejar pasar unos cuantos miles de años para que quizá también tengamos el miedo a las corrientes incrustado en nuestro ADN.