miércoles, 30 de abril de 2008

El móvil amenaza los cielos



El silbido-himno de Kill Bill –sacado de un filme de 1968-, los pasos de la pantera rosa, la gasolina subiendo en sinuoso reggeaton, el paraguas de Rhianna y el grito sin sentido bisbaliano asaltan los cielos. La bandera blanca se ha izado y las puertas del fuerte se han abierto: los vuelos comerciales, los únicos espacios que hasta ahora habían resistido la invasión del móvil, son ya territorio comanche del celular. Los workalcoholics, habladores compulsivos y geeks que se enchufan en vena la tecnología están de enhorabuena. En tiempo real, blackberry al cinto o auricular al lóbulo, van a poder conocer la cotización de las acciones, los últimos flecos del presupuesto de turno o la carne que cenarán al aterrizar. "Ya sabes, la quiero al punto...".

Desde finales de abril, Air France ofrece la posibilidad a los pasajeros de recibir y realizar sus llamadas desde sus móviles. La compañía aérea francesa ya había sido pionera el pasado diciembre al ofrecer servicios de mensajes SMS y mail a bordo de un Airbus A-318. De momento, Ryanair ya ha anunciado que en junio comenzará a uso del móvil en veinte aviones que operen fuera de sus bases europeas y, si la cosa funciona, al final del verano se extenderá el servicio a toda la flota. El advenimiento del teléfono móvil en la aviación supone un nuevo paso en el imparable camino del alienamiento del ser humano y, bueno, un poquito menos profundo pero más importante, la pérdida de los pequeños oasis de paz de los que se gozaba en vuelo.

Esas cabezaditas sólo interrumpidas por el paso del carrito con la comida o la calma del silencio alrededor de la lectura de un buen libro tienen los días contados. Al llorar inmisericordioso de los bebés, el coro de voces pidiendo vasos de agua y el sonido de las rodillas percutiendo en el respaldo del asiento, se va a unir el interminable calidoscopio de politonos de los usuarios y las conversaciones a gritos con mamá. Sí, para que mamá sepa que "el vuelo va genial, llegamos a las 8, te estoy llamando desde el avión, ¿sabes?, ¡¡es increíble!! ¿Le has dicho a papá lo de que me tiene que llevar el viernes a Boadilla? Anda, dile a Pichi que se ponga...".

Se le saltan a uno las lágrimas de emoción al dibujar y escenificar en la cabeza y en estéreo las múltiples posibilidades que se le abren al ciudadano pasajero, largamente obligado a tener que volar sin hablar por el móvil. Los sonidos histriónicos y las conversaciones a gritos en medio de un restaurante o en un autobús se trasladarán al renio de los cielos, y, muchos, hasta los que renegaron tres veces de Jesús el celular, volverán a caer en la tentación

La adicción al móvil subirá 7 grados en la escala Nokiax, la gente se Motorolizará pasa pasar el
trago de las turbulencias y el señor Ericsson nos amenizará el viaje con el último sonido-llamada proveniente de la tele basura. Desde este blog con forma de púlpito laico levantamos la mano (izquierda) y juramos por Bokonón (con los dedos cruzados) que ninguno de los dos cabezones de Os Bobolongos hará uso alguno de celular en vuelo comercial, incluso en el caso de tener un tipo en el asiento contiguo con necesidad de contarte su vida por capítulos en un trayecto a Australia.


La insoportable pesadez del portable

Un sujeto al que veo reflejado en el espejo cada mañana tiene un jefe joven y que acaba de tener su primer hijo. ¡Albricias!, uno podría pensar, ¡este tipo seguro que abraza el concepto de concialiación de vida familiar y profesional y todos salimos ganando! Sin embargo, este émulo de Estajanov se marcha una semana de vacaciones y, durante ese tiempo de asueto, envía desde no se sabe donde cinco o seis mails diarios. Hay que aprender a saber... ¡des – co – nec – tar –se! Del curro, del teclado, de la blackberry, de la responsabilidad...

Por eso este lamento-saeta en la red aprovecha también para destacar a algunos llaneros solitarios que predican a favor de las barreras contra la omnipresencia tecnológica y el abuso que se hace de ella. Voces que piensan que es posible tomarse un café sin la compañía de un ordenador portátil, pasar un día en el trabajo sin el uso masivo del mail o tomar un vuelo sin darle cuerda al móvil. Hippies clarividentes del 2.0 como Philippe Marsollier (aka Phil Marso), escritor francés y padre de la editorial Megacom-ik, impulsor de Jornada Mundial sin Móviles, o Jeremy Burton, currante que puso de moda el concepto "Viernes sin mail" entre algunas heroicas compañías del mercado laboral estadounidense.


Marso, autor de la novela Tueur de portable sans mobile apparent (1999), algo así como Matar al (aparato) portátil sin móvil aparante, encabeza una divertida lucha ideológica en Francia contra el sonido discordante de los móviles –de ahí su propuesta titulada "Un día sin bla, bla…"- y el empobrecimiento de la lengua de Balzac por el abuso de la comunicación SMS. De hecho, tras un desafío lanzado por sus amigos, fue el primer autor en publicar el primer libro escrito por entero en lenguaje SMS: Pa sage a taba (Passage à tabac, frase hecha que podría traducirse como dar una paliza). "Sentía un ataque cada vez mayor a la lengua francesa y mi actitud hacia la utilización intempestiva de la abreviación sistemática en los mensajes de móviles se fue haciendo cada vez más hostil", es el razonamiento de Marso para su irónica obra.


No lo pases, ¡ciérralo!

Sin el barniz intelectual -y, por qué no decirlo, con una fina capa de pedantería- del buen escritor francés, pero con el pragmatismo y la eficacia del currante estadounidense, un buen día de 2004 Jeremy Burton, empleado del departamento de marketing de la compañía de software californiana Veritas, inició una pequeña revolución en Silicon Valley, la Tierra Prometida del capitalismo 2.0. A punto de coger el martillo pilón para golpear su ordenador cual monolito Kubrickiano, Burton, que recibía una media de entre 300 y 400 mails al día, estableció en su departamento los viernes como el día sin mail, con multa de 1 dólar por correo enviado en ese día. Como relataba un delicioso artículo de L.A. Times, a los 15 minutos de comenzar la ley seca de virtual, un compañero llamado Michael Parker se saltó la norma y mandó un correo.

"Era algo como gastar", rememoraba Parker, "no podía prescindir de ello", añadía con acento consumista el mailonómano. "Los que somos adictos como yo, necesitamos un jefe que diga no y que nos cierre el correo. Es la única forma". La terapia mail-cohólicos anónimos contra esta dependencia de patología psicológica dio resultado, y Parker, que sigue trabajando para Burton, reconoce que ha disminuido más del 20% su volumen de correos. Por su parte, Burton, ahora Consejero Delegado de Serena Software, ha lanzado una nueva iniciativa: los "viernes de Facebook", para promocionar las relaciones personales y entrelazar la comunicación corporativa con los planes del fin de semana.

La intención en este tipo de medidas es que los empleados hablen cara a cara o cojan simplemente el teléfono (no en un avión, eso sí...), fomentar el contacto humano y aumentar la productividad, porque se produce menos incomunicación y no se pierde medio día redactando correos. Paul Otellini, Consejero Delegado de Intel, criticaba hace unos meses en Financial Times "el paradigma del cubículo de Intel". Otellini se quejaba de que los ingenieros de su empresa, sentados en cubículos contiguos pero compartimentados, prefieren mandarse un mail antes que girarse y hablar. "La mera idea de sentarse y discutir ideas y colaborar se bloquea en un entorno en forma de cubículo", decía Otellini. Inlcuso el fantástico cómico Conan O'Brien visitó la sede de Intel y en su late night de la NBC alabó a Intel por "crear un entorno laboral donde la gente puede sentir que no existe la individualidad, no hay esperanza de futuro y nadie tiene sensación de que en la vida hay posibilidades".


Tras el gancho de izquierda de O'Brien, Otellini
está apostando por cambiar la estructura Matrix de las oficinas de trabajo, construir salas comunes y pintar de colores el gris absoluto que dominaba la empresa, además de apoyar iniciativas como el "Zero Email Friday" –¡¡el volumen de correos en Intel es de 3 millones al día!!-, programa piloto puesto en práctica entre 150 ingenieros, o la experiencia "Quiet Time".

Durante la jornada "Quiet Time", un grupo de 300 empleados se transforma en pensadores de Rodin cada martes por la mañana, cierra sus correos, sus contactos con los clientes y pone el cartel de "No molestar" en la puerta de entrada a su oficina. Tranquilidad en la era de lo frenético para centrarse en el trabajo intelectual, que los investigadores consideran clave para la creatividad y la innovación. Por cierto que Intel también publicita entre sus empleado los 10 mandamientos para convencer a los currantes de los beneficios de reducir el uso del mail.


Y es que no se trata de prohibir el envío de correos sino de redescubrir el poder de la voz y el contacto humano. Relajar las cadenas que esclavizan junto al ordenador, evitar los chorizos de mails mandados una y otra vez, y cortar un poquito las alas a los expertos del escaqueo laboral, que reenvían tareas con copia al último mono de la empresa para evitar responsabilidades.

domingo, 27 de abril de 2008

"Rechazar toda tentación de ostentación, hacer carrera o de vanidad y a vivir con caridad, castidad y humildad"


Nos quedan aun muchos temas bobolongos por abordar, pero uno de los más importantes por su influencia en la sociedad es el de la religión. En la comunidad bobolonga es un asunto recurrente que en ocasiones despierta las iras furibundas de sus miembros, en su mayoría pecadores. De momento centrémonos en el catolicismo, una pinceladas de sus poderes fácticos y su relación con la economía en el estado español.

"Rechazar toda tentación de ostentación, hacer carrera o de vanidad y a vivir con caridad, castidad y humildad". Esta es la invitación de Benedicto XVI en su discurso durante la ceremonia en la explanada ante el Seminario de San José en la localidad de Yonkers, a las afueras de Nueva York. Bueno, bueno… que maravilla seria predicar con el ejemplo. Recuerdo mi adolescente, y por tanto atontolinada, visita al vaticano y pese a mi resaca brutal de pollo sin cabeza, aun quedan en mi memoria los brillos del oro y la tersura de las sedas. Joder cuanta humildad se respiraba. La Iglesia católica acaba de calificar como pecado "acumular excesivas riquezas" (yo soy pecador, pero no por este motivo), sin embargo… utiliza sociedades de inversión de capital variable (Sicav), con una fiscalidad más que atractiva. Estas sociedades, gestionadas por profesionales, tratan de rentabilizar en Bolsa parte de los fondos de la institución católica sin guiarse por otros criterios que los meramente financieros. Lo que no excluye, por ejemplo, comprar acciones de empresas farmacéuticas aunque fabriquen anticonceptivos. BI Gran Premiere, en la parte de la cartera destinada a renta variable extranjera, tiene acciones de Pfizer. La farmacéutica estadounidense es el fabricante de Viagra y de anticonceptivos como Depo-Provera. La cantidad que el arzobispado de Madrid, presidido por Rouco Varela, y el de Burgos, liderado por Francisco Gil, ha invertido en los laboratorios Pzifer ronda los 80.000 euros al año. Pero, además, la Iglesia también metió dinero en compañías licoreras y en fondos opacos. Recorcholis! En conjunto, las sociedades bursátiles del clero español tienen un patrimonio de 17,79 millones de euros (es accionista de empresas como Inditex, Endesa, Banco Popular o Telefónica...A través de Umasges, la sociedad creada por la cúpula eclesiástica). Rediós!!!. Semejante estrategia de inversión va en contra de la doctrina moral y sexual que promueven desde el Vaticano.

La bolsa de valores es un instrumento netamente especulativo, y como tal obviamente no tiene valores cristianos. Ahí se busca medrar y obtener ganancias sin medir las consecuencias de dónde vendrán las mismas.

En España la Iglesia Católica es una gran potencia inmobiliaria. No hay pueblo sin iglesia ni ciudad sin catedral, ni casi monte sin ermita. Se calcula que el patrimonio eclesiástico está integrado por 100.000 inmuebles. O dicho de otra forma, el 70% del suelo habitable de la ciudad vieja de Toledo está en manos de la Iglesia Católica. Y lo mismo puede decirse de Ávila, Burgos o Santiago de Compostela (...). Nadie sabe exactamente la cuantía total del patrimonio eclesiástico. La Iglesia no lo dice, escudándose en el funcionamiento diocesano de la misma.” (El Mundo, 22 de enero de 2002).

Hablemos de la relación del estado español con la iglesia en el periodo democrático. El acuerdo entre el Estado español y la Santa Sede sobre asuntos económicos data del 3 de enero de 1979, tan sólo unos días después de la entrada en vigor de la Carta Magna, pero negociados y pactados durante todo el periodo preconstitucional.

Los acuerdos preveían la sustitución progresiva de la dotación a la Iglesia con cargo a los Presupuestos Generales por un sistema de asignación tributaria por el que la aportación económica la harían las personas que así lo dijeran en la declaración de la renta.

El primer cambio "sustancial" de estos tratados tuvo lugar en 1987, cuando se aprobó una asignación tributaria para la Iglesia del 0,52% y con posterioridad se han garantizado los ingresos con aportaciones directas del Estado. El problema de la jerarquía eclesiástica era conseguir “recursos de cuantía similar” a los que venía disfrutando. El porcentaje de personas que rellenan la casilla de la Iglesia en su declaración de la renta se ha reducido año tras año. En 1993 marcó esta casilla en su declaración el 42,73% de los declarantes, en 2002 se había reducido al 34,32% y en 2004 fueron un 33,46% los contribuyentes que eligieron esta opción. Este es el verdadero problema. De esta manera, la cantidad que adelantaba el Estado de los Presupuestos era cada vez mayor, en comparación a la que correspondía por las declaraciones de la renta. Como quiera que la Iglesia católica no reintegraba ni un euro, como se había comprometido a hacer por el Acuerdo Económico de 1979 y la Ley de Presupuestos para 1988, la deuda a favor del Estado iba en aumento. De esta forma, la Iglesia católica se ha embolsado desde 1992, cerca de 300 millones de euros (50.000 millones de pesetas) de todos los españoles que no han sido reintegrados a la Hacienda Pública.

Lo cierto es que cuando una persona realiza la declaración de la renta, está liquidando su deuda con el Estado (le guste o no) y la cuantía que le corresponde pagar, en cómputo anual. Por tanto, sencillamente ese dinero no es suyo, sino del Estado. Así pues, no está poniendo ni un solo euro de su bolsillo. Por lo tanto, el contribuyente que marca la correspondiente casilla de la Iglesia católica, “declara su voluntad” de donar un dinero que no es suyo. En fin, parece que lo razonable debería ser que primero saldara su deuda con el Estado y, a partir de ahí, realizara la aportación correspondiente.

Ahora el Gobierno acuerda con la Iglesia un nuevo modelo de financiación que supone la renovación del vigente desde 1979 y retocado en 1987 y aumenta la asignación del IRPF del 0,53% anterior al 0,7% actual (la conferencia episcopal pedía el 0,8%). A cambio la Iglesia estará sujeta al pago del IVA en la adquisición de bienes e inmuebles y se suprime la dotación directa del Estado. Cabe destacar que dicha obligación en el pago del IVA viene apoyada en una directiva de la Unión Europea, con la consiguiente sanción si no se produjera. El pago de impuestos por parte de la iglesia debería de ser un deber en toda sociedad aconfesional.

Según el Ministerio de Hacienda la Conferencia Episcopal y la Iglesia perciben: 150 millones de euros de la dotación de IRPF; 3.200 millones de euros en subvenciones a colegios concertados; 517 millones para sueldos de profesor de religión; 90 millones a organizaciones sociales; 60 millones a hospitales e instituciones de beneficencia; 30 millones a capellanías castrenses en cárceles y cuarteles; 200 millones para el patrimonio inmobiliario y artístico; 60 millones para otras actuaciones en el ámbito urbano. A esto hay que añadir unos 750 millones de euros de ahorro por desembolsos fiscales no realizados. Tenemos que LA IGLESIA CATÓLICA PERCIBE ANUALMENTE UNA SUMA QUE RONDA LOS 5.000 MILLONES DE EUROS. La Transición aún no ha llegado a las relaciones entre el Estado y la Iglesia.

La jerarquía eclesiástica no se cree ni de lejos su propia doctrina y palabrería de caridad, solidaridad y dar sin recibir nada a cambio y que lo que predomina tras los rituales es la hipocresía. Respetar una fe es muy diferente a respetar a aquellos que se llaman pastores. Una pregunta que me planteo es: ¿no debería la iglesia ser una institución deficitaria? Es decir, ¿no debería invertir hasta su último recurso en la mejora de la calidad de vida, la ética y la moral de feligreses y de necesitados? ¿El destino de sus posesiones cual es? Es evidente a qué destina la Iglesia el grueso de su dinero: inversiones en bolsa, crear empresas y acumular patrimonio. Todo ello con el objetivo de aumentar su poder económico. Han asimilado esa ácida frase del grupo argentino Les Luthiers que dice que, más allá de este mundo “es cierto que existe una vida mejor… pero es muy cara”.


«Antes de dar al pueblo sacerdotes y soldados, sería oportuno saber si no está muriendo de hambre.»
León Tolstoi

… y existen muchos tipos de “hambres”.


Fuentes: Elpais.com, elplural.com, elmilitante.org, wikipedia.org, Elmundo.com, laicismo.org, socialdemocracia.org, larepublica.es

sábado, 26 de abril de 2008

Sabes más el diablo por viejo que por diablo



Billy Wilder se paso las dos últimas décadas de su vida (murió en 2002 y su último filme fue Aquí un amigo, de 1981) atado en el sillón de su despacho, bajo su cartel más querido –Piensa antes en cómo lo haría Lubitsch-, esperando que le dejasen dirigir de nuevo. En el esplendido libro Conversaciones con Billy Wilder, del también cineasta Cameron Crowe, el incomparable Wilder repasa su tortuosa colaboración con otro genio mayor de la escritura, Raymond Chandler, en el guión de Perdición. El trabajo mano a mano entre el director austriaco y un Chandler de 62 años, ya absolutamente alcoholizado, fue un terremoto continuo que acabó en un enfrentamiento público entre ambos.

Con su afilado sarcasmo, Wilder recoge en el libro de Crowe aquella relación: "Con el tiempo, la ira se disipa, se diluye. Uno se olvida. No puedo perdonar a Hitler, pero claro que puedo perdonar a Chandler. Es otra cosa... aunque... Chandler tenía un poco de Hitler". Lo cierto es que, a pesar de la guerra civil entre ambos, de la tempestad nació la obra maestra, y la pareja dio forma a Perdición, para muchos una de las obras centrales del film noir, un prodigio de perfección estructural, estilítica y de dirección. "La mejor película hecha jamás", según un tal Woody Allen. "Chandler no quería saber nada de la estructura de un guión cinematográfico. Era un desastre para ello. Pero era un genio para los diálogos y las frases potentes ("No hay nada más vacío que una piscina vacía)", es como Wilder describe la fórmula química que hizo resplandecer el guión.

La referencia a Billy Wilder nos acerca a la razón original de este post, la película Antes que el diablo sepa que has muerto, de Sidney Lumet, uno de los últimos directores clásicos vivos, que corrobora, con su vigorosa cámara, que sabe más el diablo por viejo que por diablo. A Wilder, como decíamos, y a pesar de su absoluta lucidez, se le tuvo en barbecho los últimos 21 años de su vida por miedo a que fuese incapaz de terminar un nuevo rodaje. Afortunadamente, a sus 83 años, a Lumet aún se le permite seguir haciendo hoy lo que mejor sabe: dirigir estupendos thrillers. Y su última obra le vuelve a emparentar con Wilder ya que, sin llegar a la perfección del maestro austriaco, Antes de que el diablo sepas que has muerto conjuga la cuadratura soñada que todo buen noir debe exhibir: estructura, ritmo, diálogos directos y giros inesperados.


La película es cine negro en estado puro, un thriller de ritmo apabullante e hipnótico. La tensión va in crescendo como una locomotora de alta velocidad, al igual que la sensación de asfixia alrededor de los personajes, que se va cerrando como la niebla del Londres de la época victoriana y Jack el Destripador. Foi de primera envuelto en un montaje implacable, de atrás hacia delante y de delante hacia atrás, ese rompecabezas cronológico mil veces utilizado desde que Quentin Tarantino lo volviese a poner de moda con Reservoir Dogs, el Rashomon de los noventa, y Pulp fiction.


Una historia de pobres diablos pusilánimes con la palabra fracaso escrita en su futuro, tipos encorsetados con un diablo dentro que ansían el crimen perfecto y padres secos como un pozo de agua esquilmado. Una escalada de perversa e inepta aptitud criminal que desemboca en una melodramática tragedia familiar contemporánea, en la que quién más daño te puede hacer es aquel a quién tienes más cerca: el ribete shakesperiano trágico y fatalista en la relación del padre con sus dos hijos. El reparto protagonista lo borda, así que sería un crimen visionar esta joya en su versión doblada. Philip Seymour Hoffman, actor del año para este Bobolongo por su fantásticas interpretaciones en The Savages y La guerra de Charlie Wilson, y Ethan Hawke, sorpresa agradable del filme, clavando su personaje de perdedor, son los hermanos Andy y Hank Hanson, uno el alpha (Hoffman) y el otro el beta (Hawke).


La recuperada Marisa Tomei , la femme –que no fatale, a pesar de su adulterio- de la historia, es Gina, casada con Andy (Hoffman). Su papel de esposa insatisfecha sexualmente quizá sea el personaje más desdibujado de la película, aunque tiene tiempo para regalar el mejor desnudo femenino del 2007, según el diario sensacionalista The Sun. El cuarteto principal lo cierra el grandísimo Albert Finney, que agarra la película en su último tramo para dominarla con sequedad, dolor y brutal corazón de hielo. También hay una ventana para Amy Ryan, la madre drogata e irresponsable de la notable Gone, baby gone, del sorpresón Ben Affleck (¿será al final más que una cara de palo?). Ryan interpreta aquí el papel de la tercera hermana Hanson, la única "normal" de los tres.


Además del reparto en estado de gracia, el carbón que mueve la caldera de la película es un guión preciso como un reloj suizo, contundente, fluido y con vueltas de tuerca inesperadas, que contiene señales de que estamos ante un escritor con un futuro poderoso, el debutante Kelly Masterson (también autor teatral). Un guión, por cierto, escrito en 1999 que ahora por fin ha visto la luz, y que ha permitido a Masterson abandonar su trabajo en un banco y dedicarse a su sueño de escribir. Una fantasía muy recurrente que esta vez se ha hecho realidad.

Acudiendo a las enseñanzas del maestro William Goldman en su obra de cabecera para cualquier amante del cine, Las aventuras de un guionista en Hollywood, hay que ser muy bueno para poner en los labios de un actor, no ya secundario sino terciario, la mejor frase o revelación con mayor carga de profundidad del filme. Goldman, padre de fabulosos guiones como los de Todos los hombres del presidente, Dos hombres y un destino, Misery o La princesa prometida, entre decenas de otros, cita a Joseph L. Mankiewicz y su guión de La princesa descalza, con Humphrey Bogart y Ava Gadner.

En la película, Bogart es un director de élite y Gadner la nueva sex-symbol del cine, pero sin ninguna relación sexual entre ellos, porque Bogie se enamora y se casa con una script. Esta script, con apenas unas líneas en toda la historia, es la que dice la frase más memorable del filme. Bogart juega al backgammon con su esposa en un casino. Gadner está en frente. De repente irrumpe una rubia borracha que se empieza a meter con Ava, celosa de su éxito y misteriosa vida sexual. Le pregunta con quién se acuesta. Se arma una bronca y llega la frase-torpedo: "Lo que ella tiene, no podrías ni deletrearlo, y lo que tú tienes, solías tenerlo...". ¡¡Buum!! Mastica eso. Golpe certero y brillante, sólo que quien lo dice no es la superestrella Bogart, sino su mujer, apenas una sombra en la película.


Pues bien, Kelly Masterson repite atrevimiento, salvando las distancias de calidad respecto a Mankiewicz, claro está. Masterson pone en los labios de un personaje terciario, un repulsivo prestamista de joyas judío, la revelación clave de la película y la frase más destructiva sobre la familia que desencadena la venganza del padre. Otra señal de magisterío de guión es la escena inicial, sexo sin inhibiciones entre Andy (Hoffman) y su mujer Gina (Tomei), a simple vista, una escena gratuita. Nada más lejos de la realidad. Un mandamiento del cine clásico es conseguir en el comienzo de una película definir a un personaje, al protagonista, si puede ser. En apenas unos minutos, saber de qué pie cojea el tipo.


¿Por qué abrir la historia así? Porque, aparte de sus viajes con jeringuilla, es el único momento del filme donde Andy ríe, es feliz, está relajado, sin ninguna responsabilidad... Y donde le vemos mirarse en el espejo mientras folla, orgulloso, arrogante... Sólo hay sitio para "yo" en su cabeza... "yo, yo, yo", como demuestra también en la conversación post coito con su mujer. Así traza Lumet las líneas gruesas de Andy, un tipo obsesionado consigo mismo, deseoso de evadirse de la realidad, de echar a la basura su encorsetamiento -es también el único momento donde su pelo no está engominado-, de vivir una libertad a la que no se atrave a saltar.


Como también, nada más comenzar la película, entendemos la bajeza moral a la que ha llegado el personaje de Paul Newman en Veredicto final, obra maestra de Lumet, cuando el actor acude a un velatorio, haciéndose pasar por amigo del muerto, y le entrega una tarjeta de abogado a la viuda, por si ésta quiere reclamar indemnización al tratarse de un accidente. La viuda le echa a patadas por ser tan rastrero y el devenir amoral del personaje del mito Newman queda definido en tres minutos. Volviendo al guión de Masterson, vale la pena destacar también la escena anterior al robo, de un patetismo cómico excelente, con el tembloroso Hawke disfrazado con una peluca y bigotes de bufón, y el matón preparándose para su momento poniendo heavy metal en el coche: "Right now, I got to get into character“ (Ahora me tengo que meter en el personaje).


Pero el circo no encandila sin un maestro de ceremonias que mueva los hilos con acierto, y en este caso Sidney Lumet toca las teclas como Chick Corea el piano. Joder qué bueno es. Un director capaz de hacer que un armario empotrado del calibre de Vin Diesel pareza un actor (Find Me Guilty) es casi sobrenatural. Sabio en sus decisiones pre rodaje -convirtio la relación de amistad de Andy y Hank del guión original en una filial y borró el hijo del matrimonio Andy-Gina que figuraba en el texto-, Lumet mantiene su pulso férreo durante toda la narración, alimenta la tensión paulatinamente y equilibra con brillantez los momentos de fuerza de cada personaje. Nominado cuatro veces para el Oscar como mejor director -12 hombres sin piedad, Tarde de perros, Network y la citada Veredicto final- y una como mejor guionista -El príncipe de la ciudad- , Lumet demuestra que la Acamedia se equivocó al entregarle el Oscar honorífico a toda su carrera en 2006: le queda cuerda para rato.

Dos de las biblias de la crítica en la red, Rotten tomatoes y Metacritic le otorgan a la película porcentajes cercanos al 90%. Robert Ebert, uno de los críticos más prestigiosos desde su atalaya del Chicago Sun Times, le da cuatro estrellas y califica a Lumet de "tesoro viviente". Richard Schickel, en la revista Time, coloca al filme el tercero en su lista de mejores películas de 2007. La taquilla, por el contrario, ha sido tacaña con la magnífica obra, 17,5 millones de dólares recaudados en todo el mundo por el momento.

Entrevista a Sidney Lumet (en inglés)


Sinopsis oficial del filme (yo que tú no la leía...)
Desesperados por conseguir dinero fácil, dos hermanos de clase burguesa, Andy, (Philip Seymour Hoffman), un ambicioso hombre de negocios casado con una mujer florero y adicto a la heroína, y Hank (Ethan Hawke), cuyo sueldo se va casi íntegramente en pagar la pensión de su ex mujer y su hijo, conspiran para llevar a cabo el atraco perfecto: atracar la joyería de sus padres en Wetchester, Nueva York.Nada de pistolas, nada de violencia, y nada de problemas. Pero cuando su cómplice decide no cumplir las reglas del juego, las cosas no salen como ambos se esperaban.

jueves, 24 de abril de 2008

Divorcio en vivo: el poder de YouTube



Bandera de la nueva era de la información y ventana al vouyerismo global, YouTube se ha convertido ya desde hace tiempo en una suerte de cuarto poder blando y postmodernista, no para influenciar en las esferas políticas o económicas, sino para determinar tendencias, pautas de ocio y aptitudes sociales entre la gente de medio mundo. Su impacto profundo en las nuevas formas de comunicación y en el estilo de vida se refleja por todas partes. De hecho, la revista Time eligió precisamente como personaje del año 2006 a "you", es decir, a ti, a nosotros, al ciudadano como protagonista y como famoso por cinco minutos, recreando al profético Warhol, ya sea a través de YouTube, MySpace, Wikipedia o Facebook.


Desde el vendedor de tickets de metro de Marien Platz en Múnich -que hoy no apartaba la vista de un añejo vídeo de Billy Idol, por supuesto vía YouTube- hasta el compañero de curro que te enseña el último vídeo de un prestidigitador de la garganta, YouTube entra a diario en nuestras vidas. La última novedad a la que mis ojos incrédulos han asistido dentro de este ágora visual es al divorcio en vivo. Está pasando, lo estás viendo, que diría la CNN. En un vídeo ya con casi 200.000 visitas, Tricia Walsh-Smith, una ex actriz y autora teatral -al menos de una obra, Bonkers-, arremete contra su todavía marido Philip Smith, presidente de la organización Shubert, que es la principal asocación de propietarios de teatros en Broadway. O sea, un tipo con el dinero por castigo.


Entre la furia, el llanto y la desesperación, la mujer, residente en Nueva York, se queja con amargura -y una pose muy estadounidense- de un acuerdo prenupcial que firmó estando enamorada y por el que ahora su marido la puede echar del lujoso piso donde viven en 30 días, si un juez decide que tiene motivos fundados para el divorcio. Su esposo, todo hay que decirlo, es 25 años mayor que ella, y ahora, según la rumorología de la red, está empatado con una carajita muuuuuuucho menor que su mujer. Citando a una madrileño-venezolana que duerme conmigo, joder, pero qué previsibles somos los hombres...


Retomando el hilo del vídeo denuncia, la señora Walsh-Smith clama por la austera pensión que le quedaría en caso del fallecimiento de su marido si se consuma el divorcio. También muestra ante la cámara un entrañable álbum de fotos mientras clasifica a los miembros de la familia de su ex como simplemente "malos", muy "malvados" o "asquerosos". Después, se da una vuelta por el lujoso piso del que pretende echarle su marido, mezclando ahogados sollozos con loas al sofá de turno o a un cuadro de dudoso gusto. En el clímax de su alegato, Tricia aprovecha para desvelar detalles de su vida sexual en los que su querido Philip no sale muy bien parado. "Nunca follamos porque decía que tenía alta su presión sanguínea y esto está lleno de condones, viagra y películas porno". Una retahíla que repite por teléfono a la asistente de su esposo en la oficina, atónita ante lo que escucha. Lamentablemente, no podemos ver la cara de la citada secretaria...


Aunque al final Patricia parece recuperar la fe y se declara una guerrera dispuesta a luchar, según algunos abogados recogidos en la prensa estadounidense, su momento internet puede costarle caro en el juicio, ya que el marido tiene ahora todas las papeletas para acusarla por difamación. Mientras tanto, ya han brotado como setas numerosos vídeos de usuarios -la mayoría hombres- respondiendo a Tricia con humor negro, haciéndose pasar por el abogado del marido, por la amante del mismo... En uno de ellos, un tipo sugiere una estrategia ganadora al bufete de abogados del marido: "Si ella dice que nunca han hecho el amor, el matrimonio no se ha consumado, ergo la mujer no tiene ningún derecho".


En flin, seguiremos el caso con atención, a la espera de la respuesta del cónyuge, por qué no, también vía internet. La vida privada ha muerto, larga vida a YouTube.

Mira el vídeo-divorcio de Tricia

sábado, 19 de abril de 2008

El pueblo de Múnich entierra el tren faraónico



El 14 de abril, mientras en España unos pocos héroes celebraban el aniversario de la instauración de la Segunda Repúbica, en la ciudad de Múnich se ensayaba la vía de la democracia directa con un referéndum local. La pregunta al muniqués era muy simple: ¿está usted de acuerdo con que la alcaldía de Múnich persiga todas las medidas legales contra el proyecto de Transrapid (tren de altísima velocidad) al aeropuerto? Aunque la participación fue bastante pobre -en buena medida porque el citado Transrapid hace meses que está más que enterrado-, el referéndum sirvió como broche final a un movimiento ciudadano imparable, que se organizó hace más de un año para detener el faraónico proyecto del tren magnético. Un ejemplo de democracia en acción y del pueblo parándole los pies a los políticos, sorprendente en estos tiempos de anestesia global de la conciencia política.


Para entender la rebeldía del tranquilo y burgués habitante de Múnich hay que ir al origen del proyecto. El Gobierno de Baviera, en manos desde hace cinco décadas de la CSU, el partido democristiano que, en colación con la CDU -socialcristianos- gobierna ahora Alemania. Liderados por el presidente regional, Edmund Stoiber, que perdió por los pelos las elecciones generales de 2002 ante Gerhard Schröder, los democristianos querían un tren que uniese la estación central de Múnich (Hauptbahnhof) y el aeropuerto. Esta maravilla de la ingeniería -la empresa Transrapid la formaron Siemens y ThyssenKrupp- volaría por las vías a través de la levitación magnética, y los 37 kilometros de distancia los recorrería en sólo 10 minutos, a una velocidad máxima de 350 km/h. Un tren vanguardista del que sólo existe otro en el mundo, el que une Shanghai (ver foto) con su aeropuerto en una ruta de 30 km, también con el sello made in Germany.


Los primeros trenes fueron planificados para estar operativos en 2009 con una frecuencia de salida de 10 minutos, pero la locomotora que iba a ser símbolo de la puntera tecnología alemana ha sido detenida. De nada han valido los aullidos de la derecha clamando por cómo era posible que los chinos lo tuviesen y Alemania, fabricante del ingenio, no. Ha pesado más el costo estimado del Transrapid, unos 1,85 millones de euros, que gran parte de la opinión pública veía como un despilfarro de dinero sin sentido (cuánta enseñanza podría sacar de este episodio Alberto Ruiz Faraón, el conquistador de la M-30 y próximo Atila del Paseo del Prado).


El partido Socialdemócrata (SPD), La Izquierda (Die Linke) y los verdes (Grüne) han apoyado el movimiento en contra del súper tren junto a diversas organizaciones medioambientales, sindicatos del transporte público y grupos vecinales. Las manifestaciones se sucedieron a finales de 2007 y más de 20.000 ciudadanos llegaron a marchar en una de ellas. De hecho, el actual alcalde de Münich, Christian Ude (SPD), fue reelegido el pasado marzo con más del 60% de los votos, una aplastante mayoría en parte debida a su oposición frontal al proyecto.

Un sistema distinto de transporte, el Munich Express, se ha propuesto en los últimos meses. Sería un S-Bahn (cercanías) exprés que iría al aeropuerto desde Hauptbahnhof a través de Ostbahnhof (Estación del Este) en los raíles existentes de la línea S8. El proyecto costaría alrededor de un tercio de lo que el Transrapid, y los 20 minutos de tiempo de viaje representarían un ahorro de 25 minutos en comparación con los recorridos actuales. Además, los defensores de este tren argumentan que, al integrarse la línea en la red de S-Bahn, serviría de uso a un número mucho mayor de personas. Por último, el precio de los billetes sería mucho más barato y no los 30 euros que iba a costar el ticket del Transrapid.

Así que, a Transrapid muerto, S-Bahn puesto, éste mucho más racional, ecoeficiente y asequible para el ciudadano. Salir a la calle a manifestarse nunca viene mal...


miércoles, 16 de abril de 2008

¡¡Viva la República!!


Os Bobolongos se une a las miles de personas que corearon hace un par de días... ¡Viva la República! El 14 de abril de 1931 España se declaró republicana, apenas cinco años de democracia que luego rompería en pedazos el impresentable Paco el chocolatero (el dictador Franco).
Pasan las décadas y se olvidan los símbolos, pero desde esta humilde bitácora, la esperanza de la caída de los Borbones y la llegada de la Tercera República aún no se ha perdido.
¡¡¡Hasta la victoria siempre!!!!


Ilustración: Ana Juan

martes, 15 de abril de 2008

'Hotel Terminus': la ruta de las ratas



En la memoria colectiva de la Humanidad hay mucho rastro de sangre y atrocidades, pero quizá ningún otro acontecimiento como la Segunda Guerra Mundial ha resumido de forma más cruel hasta qué punto de barbarie el ser humano es capaz de llegar. Como está contando con sabiduría la otra mitad Os Bobolonga en su brillante serie El siglo XX europeo: historia de la hipocresía, muchos de los lodos actuales vienen de aquellos barros: la conculcación del derecho internacional, la ocupación palestina, el poder –blando y duro-de Estados Unidos, la nula capacidad europea de acción común...

Especialmente abrasiva es al cuestión del Holocausto judío. Cómo pudo llegar a suceder, cuántos ciudadanos -no sólo de Alemania- lo sabían, qué países fueron cómplices, hasta dónde llegaba –y llega- el antisemitismo en aquella Europa o hasta qué punto se han depurado responsabilidades son sólo agunas de las preguntas que acechan la ambivalente conciencia del Viejo Continente. Para su respuesta es aconsejable añadir a la lectura de la historia escrita por los vencedores la alimentación a través de otras fuentes, textos y crónicas. Visiones perpendiculares y con muchas más aristas que la línea oficial, como el impresionante documental que está en el origen de este post: Hotel Terminus.


El paso del tiempo, el derrumbamiento de la Unión Soviética, el advenimiento de la sociedad feliz consumista y la memoria Memento de gran parte de la opinión pública va arrinconando aquellos hechos de La Gran Guerra a un cuarto oscuro, pero, de vez en cuando, suceden casualidades del destino que le sacan a uno de la atonía y le hacen recordar las palabras del hombre de las mil citas, Winston Churchill: Aquellos pueblos que no conocen su historia, están condenados a repetirla. La película Hotel Terminus, Leben und Zeit von Klaus Barbie (Marcel Ophüls, 1988) ha sido, en ese sentido, un chasquido brutalmente revelador para mí.


Cocinado por mi amada Claudia, habíamos preparado un delicioso menú gourmet fílmico para la tarde del domingo. Aún con la visita fresca en la memoria a König Platz, Carolinen Platz y Maximilian Strasse –área vertebral donde se concentraron los lugares de culto del nazismo en Múnich-, nos dispusimos a visionar la citada Hotel Terminus, considerada en diversas guías cinematográficas el mejor documental del siglo XX -con la aprehensión que estos latiguillos me suelen provocar- y Los falsificadores. Ésta última es un filme austríaco ganador del Oscar 2008 a la mejor película de habla no inglesa, que narra la odisea de un talentoso grupo de judíos que, para sobrevivir en un campo de concentración, falsifican libras y dólares para los alemanes. Una obra de buen ritmo y factura
, pero a años luz de la increíble dimensión de su compañera de sesión doble.

Hotel Terminus se proyecta sobre la macabra figura de Klaus Barbie, carnicero de la Gestapo en el área de Lyon y responsable de torturas, asesinatos y deportaciones de hombres y niños judíos a los campos de exterminio. Según Wikipedia, se le acredita a él o a sus colaboradores el envío a campos de concentración de 7.500 personas, 4.432 asesinatos y el arresto y tortura de 14.311 combatientes de la Resistencia francesa. Pues bien, la película se asoma como premisa a este criminal atroz, a través de cientos de entrevistas por medio mundo, pero su profundidad produce un eco infinito de mensajes sobre el papel jugado por las potencias ganadoras de la guerra, la conciencia de la ciudadanía francesa, el papel y verdadero valor de la mediática Resistencia y la podredumbe miserable de la real politik mundial.

Klaus Barbi, de oficial de la Gestapo
y en el juicio posterior


El filme avanza como un lúcido cometa, descubriendo nidos de serpiente y ramificándose en inesperadas reve
laciones que llaman a la puerta de la conciencia. Por la cámara de Ophüls pasan víctimas y verdugos, ciudadanos de a pie, fiscales, cazadores de nazis, nostálgicos hitlerianos y, sobre todo, gentes que decidieron mirar a otro lado. "Ya sé, usted me va a decir que... Mire, yo no sabía nada. Además, esas cosas pasaron hace más de cuarenta años, no se puede remover el pasado así" es la letanía que se repite, de inquietante parecido a la que braman los antirevisionistas del franquismo. La justicia, que no la venganza, enterrada en aras de la tranquilidad de conciencia.

Concentración nazi en Nuremberg en 1934

A través del sobrecogedor sendero por el que nos guían las pesquisas de Ophüls, el espectador aprende, entre otras enseñanzas, que los crímenes a los judíos siempre tienen una pena menor, que Estados Unidos protegió a la bestia Barbie, que la llamada ruta de las ratas que mandaba nazis a Suramérica contaba con la inestimable ayuda de miembros de la curia Vaticana o que los nazis jugaron un papel importante entre bastidores en los golpes militares en el continente americano en la década de los sesenta, setenta y ochenta.

Hotel Terminus –cuyo título recoge el nombre del hotel donde Barbie y sus carniceros torturaban a la gente- nos descubre como el asesino fue fichado por los servicios secretos estadounidenses nada más terminar la guerra para reforzar su equipo de contraespionaje, cuando ya se fijaba el objetivo en el nuevo gran enemigo, la Unión Soviética, en el amanecer de La guerra fría. Las virtudes de Barbie interrogando y sus contactos en el Este fueron los argumentos para su fichaje. Al igual que para el programa espacial de la NASA reciclaran a Wernher von Braun –creador de las destructivas bombas V-2 en los estertores de la guerra, construidas con la sangre de miles de esclavos muertos-, los estadounidenses usaron con profusión a Barbie para la guerra en las cloacas del estado. Una utilización de criminales confesos que también les iguala a los soviéticos en ese periodo.


Hotel Terminus
pone el dedo en la llaga del fin justifica los medios que abrazó el Go
bierno Eisenhower y la Alemania de la postguerra, decidiendo hacer tabla rasa con los criminales nazis bajo el paraguas rotulado: "Todos recibíamos órdenes" (en la RFA no se juzó a nadie por crímenes nazis). Mientras, en Francia, la estrategia fue la hipérbole del elogio a la Resistencia, el entierro de los delitos de lesa humanidad del régimen colaboracionista de Vichy y juntar todas las atrocidades bajo la denominación más comprensible de crímenes de guerra.

Concentración de apoyo al régimen de Vichy (1944)

El filme contiene momentos de meteorítico impacto por su espontaneidad. Como, por ejemplo, cuando el director acompaña a una de las pocas niñas judías –ahora mujer- superviviente de las razzias nazis. La mujer visita la casa donde residía con su familia de pequeña, en el pueblo de Izieu, lugar del que Barbie arrancó a 44 críos para enviarlos a las cámaras de gas. Allí, junto al portal de su antiguo hogar, la mujer judía entabla conversación con una anciana asomada a un balcón. La vecina se deshace en frases cariñosas hacia la antigua inquilina, y añade profundas lamentaciones por la muerte de su familia en la guerra. "Me acuerdo perfectamente que usted no hizo nada cuando vinieron a por nosotros. Se dio la vuelta y se encerró en su casa“, le contesta la mujer judía. La palidez de la anciana y la vergüenza interior casi se pueden palpar desde el otro lado de la pantalla.

Otro momento tremendo son las patéticas palabras del propio Klaus Barbie, retenido por fin en Bolivia en un furgón, camino del avión que le llevaría a Francia para su juicio. Una captura después de más de dos décadas viviendo con todas las prevendas en suelo boliviano y haciendo las veces de muñidor de golpes de estado e, incluso, de mano entre las sombras que ayudó a dar caza y muerte al Ché Guevara en 1967, como relataba el prestigioso diario The Guardian en 2007.

Pasaporte boliviano de Barbie


Pero si la fuerza reveladora de la película jamás pierde fuelle, la vuelta de tuerca final quizá sea aún más apabullante y, al mismo tiempo, desoladora. El juicio a Barbie, que comenzó en 1987 en Lyon, se convierte a través de la incisiva cámara de Ophüls en un patético teatro de impostura y enjuague político. Con las preguntas del director alemán descubrimos que Jacques Vergès, el prestigioso abogado de Barbie, estaba financiado por un oligarca suizo filonazi cuya filantropía también regaba las operaciones terroristas de diversas facciones palestinas. Es así como extrema derecha y extrema izquierda se tocan, se abrazan y se meten la lengua hasta el fondo, mostrando el delirio al que conduce todo fanatismo.


Una sucia verdad que se intuye entre las bocanadas al Havano que da el abogado Vergès, un siniestro personaje que desprende tanta inteligencia como inquietud, y que pareciera salido de la mente laberíntica del incomparable Orson Welles. Vergès, abogado de luchadores del Frente de Liberación Argelino, que sufrieron las torturas de la policía secreta francesa durante la colonización, explica entre silencios su paso al lado oscuro y argumenta la defensa de Barbie en el sacrosanto derecho a la preescripción de los crímenes. Además, aduce, las acciones del carnicero de Lyon no fueron más terribles que las de cualquier colonialista en cualquier parte del mundo, incluyendo a los franceses, quienes nunca fueron perseguidos. Y es así como árabes, asiáticos y negros, víctimas históricas de numerosas matanzas, suben al estrado para convertirse en los mejores apóstoles de la defensa de Barbie. Una esquizofrénica paradoja que resume el periodista Alain Finkielkraut a la salida del juicio: "Si en 1945, justo al acabar la guerra, le dicen a alguien que, en treinta años, las razas sub-humanas [en concepción Hitleriana] serían los defensores de un asesino y torturador nazi nadie lo hubiera creído".
Jacques Vergès, abogado de Barbie


Pero si apesta el conglomerado que se aglutina para defender a Barbie, insoportable es el hedor que deja la conclusión final del documental. Ophüls, una vez más, vuelve a mostrar en primer plano el rostro sudoroso de una persona que miente, esta vez nada menos que el Fiscal principal, Pierre Truche, encargado de llevar el peso de la acusacion contra Barbie en el juicio. El director germano le pregunta el por qué de no llamar a declarar a testigos que desvelaban la connivencia de colaboracionistas franceses en la delación de los niños judíos. El fiscal aduce la falta de credibilidad de estos testimonios. Pero, en paralelo, la cámara vuela a uno de esos campesinos que fue testigo de la deportación. Y uno desde el primer momento sabe quién miente de los dos, quién no suda al hablar, quién habla con la tranquilidad de la conciencia limpia y de no tratar de ganar nada en el empeño. El ya anciano campesino, en su modestísima cocina, desvela cómo un paisano francés del pueblo delató en 1945 a los niños, y la posterior captura de los críos por parte de Barbie, inlcuidos culetazos en la cabeza y golpes en la barriga a los infantes. Y el anciano lo relata con la microscópica memoria de esos viejos que recuerdan la caída de una hoja hace 50 años y se olvidan de las cosas que pasan hace dos días.

Marcel Ophüls


Y es que la decisión de la Fiscalía francesa de hacer un totum revolutum con los asesinatos de miembros de la Resistencia francesa y el genocidio de los judíos mitigaba las responsabilidades históricas de la República de la Liberté, égalité, fraternité. En realidad, Barbie es condenado por matar juntos al más carismático líder de la Resistencia jamás atrapado -Jean Boulin- y a unos niños judíos. Así todos se consideran víctimas. Pero la realidad es mucho menos sencilla. Boulin, como demuestran los testimonios recogidos por Ophüls, fue cazado por una traición, fruto de las intrigas de una Resistencia carcomida por las lucha intestinas entre monárquicos, socialistas y comunistas, y cuyo peaje en vidas fue absolutamente incomparable con la tragedia del pueblo judío. Pero al meter a todos en un saco, Francia evitaba de alguna forma mirar al desnudo su conciencia, hacer un examen real de su mayoritaria ayuda a los ocupantes nazis y ocultar las firmas de sus dirigentes en muchos documentos de deportación de decenas de miles de judíos a los campos de la muerte.
Ciudadanos alemanes, obligados a ver
cadáveres de judíos tras la guerra


Una revisión del pasado que, afortunadamente, ha ido llegando en Francia lenta pero inexorablemente en los últimos veinte años. Tan necesaria como la eterna memoria del genocidio judío y la rebelión inmediata contra los más pequeños brotes de xenofobia para evitar más Ruandas o Yugoslavias, o por lo menos impedir que sucedan con nuestra omisión de conciencia.

Gracias, señor Ophüls, por su servicio a la ciudadanía.

Para una excelente recopilación de lo que fue el juicio a Klaus Barbie y las implicaciones del caso se puede visitar (artículos sólo en inglés): http://members.aol.com/voyl/barbie/barbie.htm

sábado, 12 de abril de 2008

Haz el amor y... la guerra


Para combatir al enemigo, nada mejor que cambiar la base militar por el hogar matrimonial. Después de cinco años de invasión de Irak, el cansancio, el temor y el hastío de las tropas empiezan a ser muy altos, y los problemas del aparato militar para reclutar nuevos soldados que mantengan la ocupación y refresquen a los soldados actuales son cada vez más evidentes. Así que, y en vista de las palabras del candidato republicano a la presidencia -y por delante en las encuestas- John McCain, "si hace falta, estaremos otros 100 años en Irak", el departamento de Defensa de Estados Unidos ha decidido dar un paso histórico. De una forma discreta y sin hacer apenas ruido, se está permitiendo a los matrimonios compartir cama en los trailers y tiendas de campaña de las zonas de guerra de Irak (en Afganistán parece que la cosa va más lenta).

Desde que George Washington liderada el primer ejército profesional americano para luchar contra la ocupación inglesa, los hombres y mujeres del US Army habían estado en camas y barracones distintos. Lo que el rifle separa, que no lo unan las sábanas era la consigna. Pero hete aquí que hay que levantar la moral de las tropas, que pasan entre 12 y 15 meses de servicio alejados de los suyos, y para ello nada mejor que el caramelito de la placentera vida matrimonial. Esta promoción de 'Luna de miel en Irak', que por el momento excluye a las parejas de hecho y rollos de una noche, comenzó lentamente a finales de 2006, pero hasta hace unos días que lo ha tratado la prensa estadounidense la noticia había pasado desapercibida.

"Es bueno para los soldados. Y lo que es bueno para los soldados, es bueno para el ejército", ha asegurado el comandante Mark Thornton, de la III Infantería, a Associated Press. Lo cierto es que, según datos del propio ejército gringo, hay más de 10.000 parejas entre sus tropas, aunque
se desconoce el número de los que viven juntos en zona de guerra. Sólo en la Base Striker, en las afueras de Bagdad, 40 matrimonios se acuestan cada noche juntos, se olvidan de los horrores de la guerra con cariñitos y conjuran la violencia que ven a diario con el sexo marital. Eso sí, las muestras de afecto están prohibidas en público y no se pueden estrechar las manos o darse un besito con el uniforme puesto.

John Pike, director del think tank militar Globalsecurity.org., ha explicado a Reuters los motivos de este cambio de actitud del ejército: "Creo que están buscando debajo del sofá cualquier cosa que les ayude a mejorar la permanencia y el reclutamiento en el ejército". Y es que, ¿cómo si no matrimonios como el de la sargento Amanda Christopher, de 25 años, y su marido Matthew Christopher, de 22, podrían funcionar? "El que nos dejen hacer esto es una bendición para nosotros", ha dicho Amanda, que ya ha pasado 4 meses de su primer año de matrimonio en Irak. Amanda trabaja de enfermera en la Zona Verde de Bagdad y su marido en labores de administración, entre ellas las de la morgue. "Sin estar viviendo con ella, no sé si hubiera aguantado las cosas que he visto por aquí", se ha confesado a Associated Press Matthew.

Los privilegiados matrimonios viven en casitas en trailers que pueden llegar a los 120 metros cuadrados, con televisión vía satélite y los utensilios necesarios para el uso y disfrute de la vida occidental, lo que puede llevar a preguntarse a más de una parejita americana veinteañera: ¿Habrá que alistarse para tener una casa digna? El único riesgo en el futuro es el de la procreación: inevitablemente, las barriguitas de las soldados-esposa comenzarán a engordar en algún momento. Pero, mejor pensado, quizá que cientos y, por qué no, miles de niñitos de los soldados crezcan robustos en Irak entre metralletas y olor a fuego de mortero es el objetivo final que buscan los militares estadounidenses, una estrategia al más puro estilo de George C. Scott en la maravilla de Kubrick, Teléfono rojo, volamos hacia Moscú.

Que broten guarderías, escuelas y universidades en los campamentos militares para sobrellevar los 100 años de invasión a los que no hace ascos McCain. Críos que no jueguen a las batallitas con espadas de mentiras, sino que las vivan de verdad, que se empapen de la expansión de la democracia que se lleva a cabo en Irak para que, en el futuro, sean los nuevos defensores de la Pax Americana.


Photos: AP/Maya Alleruzzo

viernes, 11 de abril de 2008

Darjeeling, una gozada de viaje


Con la intención de convertir este espacio en una sesión continua y no en una sala de estrenos cada dos meses, retomo la cámara al hombro, cambio a tipo de letra Courier 12 y pongo mis orejas en sonido surround THX. Frente a la obligación de la actualidad inherente a cada bitácora, hoy, como pequeño co-dictador del reino de Os Bobolongos, me auto concedo la licencia de viajar al pasado para sumergirme en una película que visioné hace unos días y que me emocionó con intensidad e hizo reír a carcajada limpia. Un filme ya estrenada hace meses, ampliamente comentada entre la crítica e injustamente olvidada en los aburridos Oscar: Viaje a Darjeeling (The Darjeeling Limited, 2007).

Darjeeling es un viaje en tren con muchas más estaciones de las que aparecen a primera vista. Un viaje cuyo destino es el propio viaje, como ha ocurrido en los grandes relatos desde que Ulises se echase al mar. La historia de tres hermanos cargados de inseguridades y traumas que acuden a la espiritual India en busca de recuperar el rumbo en sus vidas se convierte en un trayecto redentor y, por qué no, iniciático, donde se reivindica la fraternidad de la familia, eso sí, hiperdisfuncional como debe ser en todo buen filme indie.


Adrien Brody, Owen Wilson y Jason Schwartzman son los disgregados hermanos Whitman, que sólo comparten su necesidad de químicos para sobrevivir y su envidia recíproca, llenos de cuitas pendientes desde la muerte de su padre y la huída de su madre a la India para convertirse en una especie de gurú de la meditación. Los tres bordan sus papeles, destilando una tristeza nostálgica que impregna todo la película. Las vías del filme están recorridas por una música en equilibrio armónico y una dirección artística espléndida, con el color, la alegría y la viveza de los amarillos y naranjas de la India frente al gris existencial de los hermanos, a cual más desequilibrado mentalmente. Y por el camino, Anderson tiene tiempo para disparar torpedos a la visión occidental de una India pura y exótica, en el filme casi caricaturizada por el director. Una India a la que acude en masa un turismo ansioso por sentir una vivencia espiritual y que, al mismo tiempo, es incapaz de ver más allá de su consumismo y su onanismo mental.

India, la tierra sagrada como escenario. Y el tren, el más cinematográfico de los medios de transporte, como metáfora. Metáforas hiperrealistas que brotan a lo largo del trayecto, como esas maletas Louis Vuitton diseñadas especialmente para el filme por Marc Jacobs, que simbolizan la pesada carga del pasado, o el magullado rostro de Owen Nilson, reflejo de su baqueteado espíritu, o las feas gafas que Adrien Brody lleva y no necesita, pero que fueran de su fallecido padre, o la amenaza del tigre que atemoriza a los fieles del templo donde ahora reside la madre de los hermanos -la gran Anjelica Huston-, o la serpiente venenosa que lleva el grupo en una caja con el signo de la muerte.... Metáforas que se mezclan con brillantes homenajes, como ese ayudante-criado del controlador Owen Nilson, que prepara el programa de las visitas espirituales de los hermanos, deudor de la relación entre Peter Sellers y su criado Kato en La Pantera Rosa.

Wes Anderson ama a sus personajes, verdaderos perdedores postmodernos que recitan afilados diálogos de humor negro con el rostro más serio. Esquizofrénicos en muchas ocasiones, fracasados en la vida, envueltos en un manto de soledad y apatía, llenos de flaquezas y de traumas del pasado... Son seres en permanente crisis existencial a los que Anderson observa con microscopio, subrayando cada detalle de su desequilibrio, casi regocijándose en sus debilidades y psicopatías... un dibujo hiperrealista de lo que no funciona exhibido en una puesta en escena casi teatral que, paradójicamente, consigue conmover al espectador. Y lo hace porque Anderson mira sus personajes con una profunda ternura y sinceridad, como queriendo gritar a través de ese barroquismo formal que la vida es triste y la alegría fugaz, pero que el viaje siempre es más agradable con alguien al lado que te acompañe.


El preciosismo estético de Wes Anderson, ya había deslumbrado en ese corrosivo retrato del mundo académico que es Academia Rushmore, en el surrealismo de la familia llevada a su grado extremo disfuncional de Los Tenenbaums o en la parodia un tanto fallida de La vida acuática de Steve Zissou. Pero es en Viaje a Darjeeling donde Anderson firma su mejor obra, caminando sin caerse por las vías de la tragicomedia, combinando el humor negro con el romanticismo, la hipérbole detallista con el lirismo profundo. Un viaje de absoluto subidón sin necesidad de pastillas.